Cada año mueren unos 56 millones de personas, una tercera parte de los bebes que nacen. Por eso nuestra población crece, aunque ya no la hace tan deprisa como hace unos años. Muchas de esas muertes son prematuras o evitables y nos hablan de malas condiciones de vida para millones de personas, incluso para muchos de los que viven en países ricos y desarrollados.
¿Cuál es la causa de estas muertes? ¿Cómo han cambiado las causas de muerte a lo largo del tiempo y cómo difieren entre los distintos países y regiones del mundo? ¿Cuáles son los factores de riesgo que conducen a una muerte prematura o evitable? Contestar a estas preguntas no solo evitará muertes, sino que mejorará la calidad de vida de los que no mueran.
Nadie muere de cambio climático, pero el cambio climático se estima que es responsable de varios miles de millones de muertes cada año. Del mismo modo, nadie muere de tomar mucho azúcar, pero sabemos que favorece la diabetes de tipo 2, y sabemos que la diabetes genera más de 7 millones de muertes anuales. Así pues, tenemos, por un lado las causas de muerte, es decir el problema último y único de salud que explica el fallecimiento, y los factores de riesgo, que como el cambio climático o el tomar demasiada azúcar incrementan los riesgos de muerte. Conocidos estos factores de riesgo se pueden traducir matemáticamente a un porcentaje de las muertes atribuibles a cada factor. A día de hoy, los factores de riesgo más importantes no son cosas como los conflictos armados sino la degradación ambiental, incluyendo la crisis climática, y el estilo de vida, incluyendo sedentarismo y dieta.
Revisando las causas de muerte en el mundo vemos que las enfermedades cardiovasculares ocupan el primer lugar, -hipertensión , cardiopatía coronaria (infarto de miocardio), enfermedad cerebrovascular (ictus), o insuficiencia cardiaca- con un tercio de todas las muertes globales. Los cánceres, en conjunto, ocuparon el segundo lugar, con alrededor del 17%. Es decir, una de cada seis muertes en todo el mundo se debe al cáncer. Las temperaturas extremas que trae consigo el cambio climático incrementan los problemas cardiacos, y la contaminación atmosférica, especialmente en ciudades, están en el origen de numerosos cánceres.
Existe un importante número de muertes prematuras o evitables, que se dan sobre todo en países pobres: 1,8 millones de recién nacidos debido a complicaciones en el parto; las enfermedades diarreicas -1,6 millones de personas; el paludismo (700.000 muertes). Aquí vemos otras dos importantes causas de muerte que se relacionan con el medio ambiente y con el cambio climático ya que muchas de las diarreas tienen que ver con la escasez de agua y el paludismo se está expandiendo por un clima cada vez más cálido.
A nivel mundial la mayoría de las muertes están causadas por enfermedades no transmisibles (ENT, más del 73% del total). El total de las enfermedades no transmisibles (ENT) fueron responsables de más de 41 millones de muertes (más del 73% en 2017). A medida que el mundo avanza en la lucha contra las enfermedades infecciosas, y a medida que la población envejece, las ENT son cada vez más predominantes como causa de muerte. Es lo que se conoce como la Transición Epidemiologica. Sin embargo, la creciente resistencia a los antibióticos de cada vez más bacterias peligrosas está poniendo en riesgo nuestra capacidad de controlar algunas enfermedades infecciosas. Una quinta parte de las enfermedades bacterianas que ya no podemos tratar con antibióticos por su resistencia a ellos ha sido causada por la producción industrial de carne. Sabemos que enfermedades zoonóticas como la COVID-19 se ven amplificadas por el cambio climático. Los progresos de la medicina se ven así cancelados, al menos en parte, por actividades insostenibles como la ganadería industrial o la generación de energía quemando combustibles fósiles.
El ser humano es, sorprendentemente, su principal enemigo. No solo por la degradación ambiental que acaba incidiendo en su salud sino directamente atentando contra sí mismo. El número de muertes por suicidio es superior al número de muertes por todas las formas de violencia a nivel mundial, incluyendo homicidios, terrorismo, conflictos y ejecuciones. Por si fuera poco este dato estremecedor del suicidio, uno mismo suele estar implicado en otras muertes auto-infligidas como son las asociadas al estilo de vida. Las enfermedades por estilo de vida son la principal causa de muerte en los países ricos o más desarrollados. Como factor de riesgo global, la degradación ambiental supera a los riesgos por el estilo de vida en esta lúgubre estadística.
Solo la contaminación atmosférica está detrás de al menos 9 millones de muertes prematuras anuales, una cifra superior a los fallecidos en la pandemia de la COVID-19 en tres años (unos 7 millones). Dicho de otro modo, una de cada seis muertes en el mundo está relacionada con la contaminación, cifra que triplica los fallecidos por sida, malaria y tuberculosis, o que multiplica por 15 los fallecidos en guerras, asesinatos y otros hechos violentos. Cuando vemos el porcentaje de nuestro presupuesto global que dedicamos a contener la guerra y la violencia, o a curar a gente enferma, y lo comparamos con el que destinamos a proteger la naturaleza y mantener un medio ambiente en buen estado, es cuando nos damos cuenta de que no nos estamos enfocando en financiar lo que realmente nos enferma y nos mata. Es hora de cambiar prioridades y rendirnos a la evidencia: poco puede hacer la medicina sino viene de la mano del cuidado del medio ambiente.
