El ser humano, salvo honrosas excepciones, se ha puesto de espaldas a la naturaleza. En parte lo ha hecho sin darse cuenta, luchando con miopía por su prosperidad, pero en buena parte ha sido una huida tan equivocada como deliberada en la que hemos situado a los seres vivos no humanos a nuestro servicio, privándoles de cualquier reconocimiento y por supuesto de cualquier derecho. Con esta visión pudimos sobrexplotar sin límite a los demás habitantes del planeta a los que hemos considerado tradicionalmente objetos y no sujetos. Esto ha sido especialmente cruel, injusto e insostenible en el caso de los animales no humanos. Afortunadamente y tras milenios de coexistencia con muchas especies animales, el ser humano está recapitulando sobre los derechos de lo no humano. Sin embargo, el que estemos avanzando para evitar el maltrato y reducir el sufrimiento gratuito al que sometemos a muchos animales con legislaciones incompletas y controvertidas, revela que aún hay mucho camino que deshacer hasta encontrar un encaje equilibrado de lo no humano con nuestra civilización.