La arena está en los cimientos del Antropoceno. En la era en la que la actividad imparable del ser humano ha transformado el planeta cambiando el nivel del mar, el eje de inclinación del planeta y la temperatura de la atmósfera, la gestión de la arena permite ganar terreno al mar, elevar rascacielos y cambiar la fracción de la radiación solar que se devuelve al espacio exterior.
De Shanghai a Barcelona, las ciudades del mundo están construidas a partir de arena, de cantidades ingentes de arena. El cemento, el hormigón, el vidrio o el asfalto están hechos con arena. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la arena es el material más consumido del planeta: cada año se extraen unos 50.000 millones de toneladas de lagos, lechos de ríos, costas y deltas.
Se prevé que la demanda de arena no hará sino crecer, a medida que la población mundial siga aumentando, las ciudades se expandan y los países se sigan desarrollando según el modelo actual. Pero en gran parte del mundo, la extracción de arena apenas se somete a control gubernamental. El resultado es que la arena se extrae mucho más rápidamente de lo que puede reponerse de forma natural. Eso está causando daños medioambientales y, en algunos casos, poniendo en peligro los medios de subsistencia de millones de personas.
Atajar el problema de la arena requiere una visión holística. Es urgente observar toda la red de suministro de arena para entender las tensiones que sufren tanto la naturaleza como las personas a lo largo del tiempo y el espacio e identificar los flujos de suministro más eficientes
Es difícil imaginar la escasez de algo tan ubicuo como la arena. Cubre millones de kilómetros cuadrados en los numerosos desiertos del mundo, amontonada en algunos lugares en imponentes dunas. Pero la arena del desierto es inútil para la construcción. Los granos erosionados por el viento son demasiado pequeños y lisos para unirse al hormigón. La arena del mar tiene propiedades parecidas al ser arrastrada por las corrientes oceánicas. Puede utilizarse en proyectos de recuperación de tierras, como en China, Singapur y Hong Kong, pero no es buen material de construcción. La arena de tamaño, forma y corte ideales para la construcción procede de las costas y los lechos de ríos y lagos. Aquí también se encuentra la arena de sílice, que se funde para fabricar vidrio, desde parabrisas hasta pantallas de teléfonos inteligentes. Y en esos lugares, la arena no es tan abundante.
Algunos países, como China y Estados Unidos, han empezado a producir "roca triturada" como alternativa, volando los lechos rocosos y triturando los escombros hasta obtener agregados aptos para el cemento. Pero para ello es necesario invertir en equipos y consumir mucha energía. Algo que nos pone más aún contra las cuerdas en un Antropoceno caracterizado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Mientras los científicos abogan por una mayor supervisión de la industria de la arena y un mayor esfuerzo por parte de las industrias para reciclar los materiales viejos, también están explorando otras soluciones. Hace unos años, un grupo de investigadores observó que, a medida que el cambio climático acelera el deshielo en Groenlandia, más agua fluye hacia el océano arrastrando sedimentos que se depositan en el litoral, sedimentos que podrían utilizarse en la industria de la construcción de la isla o venderse para impulsar la economía groenlandesa.
Aunque la extracción de arena ártica pueda ayudar a los groenlandeses, dista mucho de ser una solución para satisfacer el apetito mundial de arena. Lo importante es encontrar formas de controlar el uso que hacemos de la arena ahora. El primer paso para una gestión adecuada de la arena es hacer inventario. Un inventario de algo que vale poco, pero que a gran escala es de un valor incalculable.
