Hemos entrado en la era de las consecuencias y no hay margen para postergar la acción climática y ecosocial
Estamos, literal y figuradamente con el agua al cuello, pero sabemos cómo resolver los problemas que nos aquejan. Seis de los siete actores necesarios para cambiarlo todo, están activados. Pero no terminamos de cambiar de rumbo. Llevamos décadas sin apenas responder a los resultados de la ciencia del clima, de la ecología o de la física. Décadas de ignorar que hemos reventado seis de los nueve límites planetarios que no nunca deberíamos haber trasgredido para tener cabida en el planeta. Por todo ello hemos entrado en la era de las consecuencias. Un ejemplo claro es la crisis climática, que puede entenderse como una consecuencia de la globalización. Otro ejemplo son las pandemias, muchas de las cuales, como la Covid-19, pueden entenderse como una consecuencia de la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad. Los argumentos a favor de una actuación urgente y a gran escala frente al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación creciente se basan en la inmensa magnitud del riesgo, en la urgencia de reducir emisiones e impactos y en que existe una oportunidad real de crear una forma nueva y atractiva de crecimiento y desarrollo. La idea radical y aun no bien aceptada del decrecimiento económico es una de las alternativas emergentes que requiere apoyo.