Las leyes de la guerra o el Derecho Internacional Humanitario, limitan la conducta de las partes en un conflicto armado para disminuir el sufrimiento humano y proteger a aquellas personas que no forman parte del conflicto. El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional establece cuatro crímenes graves: el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra propiamente dichos y el crimen de agresión. Hay dos fortalezas importantes en este tipo de crímenes internacionales: 1) estos crímenes son juzgados por la Corte Penal Internacional aunque no constituyan una violación del derecho interno del Estado donde fueron cometidos, y, 2) no prescriben jamás.
El análisis histórico de nuestra civilización revela que destruimos irremediablemente vidas y ecosistemas también en tiempos de paz. De hecho, con mucha mayor intensidad. Por ello ha llegado la hora de cambiar las cosas y ampliar este marco a delitos igualmente graves que se cometan al margen de conflictos armados.
Esto es en lo que se está trabajando actualmente: reconocer un quinto tipo de crimen internacional, el “ecocidio”. Una creciente red mundial de abogados y diplomáticos sumados a amplios sectores de la sociedad civil, están dando rápidos pasos para generar el marco jurídico que permita reconocer el crimen de ecocidio. Desde 2021 contamos con una definición jurídica de ecocidio elaborada por un Panel de Expertos que ha sido ampliamente aceptada y que establece que el ecocidio es "cualquier acto ilícito o arbitrario (en el sentido de que los daños serían excesivos en relación con la ventaja social o económica prevista), perpetrado a sabiendas de que existe una probabilidad sustancial de que cause daños graves al medio ambiente que sean extensos o duraderos ".
Desde la década de 2000 ha ido creciendo el interés en revisar el Estatuto de Roma, una parte de un cuerpo de leyes conocido como Jurisprudencia de la Tierra. La Jurisprudencia de la Tierra se ordena en toda una serie de principios entre los que destacan: que el universo se compone de una comunión de sujetos y no de objetos a ser usados; como sujetos, cada componente del universo, tienen derechos; los derechos humanos no deben ir en contra de los derechos de otros modos de ser o de existir, de otras especies y componentes del medio natural; o algo tan sugerente e inspirador como que los seres humanos, para su realización personal tienen no sólo la necesidad, sino el derecho, de acceso al mundo natural para satisfacer sus necesidades físicas e intelectuales, y para desarrollar la belleza de la imaginación humana y la intimidad de las emociones humanas.
Stop Ecocidio, la principal campaña internacional que lucha por el reconocimiento del ecocidio, ilustra el ecocidio con numerosos ejemplos: el daño a los océanos provocado por la sobrepesca industrial; los vertidos de petróleo; la contaminación con plásticos; la deforestación a consecuencia de la ganadería y la agricultura intensivas; los incendios intencionados; la extracción minera a gran escala; la contaminación del agua y del suelo por los vertidos químicos; las actividades relacionadas con la fractura hidráulica (fracking); la contaminación del aire por las emisiones de las grandes industrias; los desastres nucleares; los escapes radiactivos.
Tenemos una larga lista de sucesos y casos concretos que evidencian la necesidad de un marco jurídico nuevo que permita juzgarlos como crímenes internacionales contra la paz y seguridad mundiales. Entre estos sucesos que han ocurrido o que están ocurriendo y que entran dentro de lo que serían ecocidios están: el accidente nuclear de Chernóbil, que provocó la expulsión de una cantidad de material radioactivo a la atmósfera 500 veces mayor que la bomba de Hiroshima; el vertido de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en 2010 que se extendió por más de 149.000 km2 y que contaminó hasta 1.770 km de costa; la deforestación de los bosques tropicales como sucede en la Amazonia, el sudeste asiático y África; las islas de plásticos en muchos mares y océanos, como la del Pacífico conocida como el séptimo continente por su enorme extensión; la desaparición del mar de Aral, en Asia central, por sobreexplotación del agua de los dos ríos que lo abastecían durante décadas. Etcétera, etcétera, etcétera.
Las consecuencias de estos desastres ambientales son enormes, tanto para la propia naturaleza como para las personas. Recordemos que el daño medioambiental es el riesgo más preocupante a largo plazo para nuestra sociedad, según el Informe de Riesgos Globales 2021 del Foro Económico Mundial. Poder completar los últimos pasos jurídicos necesarios para que el ecocidio entre como quinto crimen internacional permitiría denunciar y juzgar atropellos al más reciente de los derechos humanos universales, el derecho a un medio ambiente limpio y saludable. Lo merecemos. Lo necesitamos.